De mono a Incrustáceo

viernes, 18 de diciembre de 2009

Viernes 3 A.M.


Donde estoy hay más lugar. Se puede divisar ese vacío en el que no puede nadar un don nadie, un ser digno de merecer algo de cariño.
Eso es, es un lugar lleno de color. Caigo y no paro de caer.
Hay una virgen mexicana, sus ojos como siempre denotan angustia. Veo otro color, veo un rostro. Una mirada parda que flecha la vista y parece preguntar qué hago ahí, no entiende, trata de entender.
Estoy cerca, ahora veo un gris tapado con tierra. El viento no puede ser protagonista y mis ojos solo esperan un poco de amanecer. No existen preguntas en este juego, solo existen certezas. Las cuestiones ya fueron resueltas, no queda lugar para la incógnita.
Ahora solo recuerdo el momento en que estuve nadando sobre esa ola gigante, allá arriba, cuando me sentí un guerrero inmortal, esas sensaciones que en algún momento me hicieron el merecedor de una estrella. Nada parece tan grave.
Las montañas se derrumban, los mares se meten dentro de mi lugar, ese lugar que yo escogí para protegerme. Hay un sol que desaparece y las constelaciones caen ofreciendo un espectáculo inolvidable, pienso que no lo voy a poder compartir con nadie y me frustro.
He sido único, solo yo pude ver el momento en el que las estrellas pasaron a ser luces movedizas al vacío. Escucho otros acordes, soy otra persona, no necesito nada mas.
Estoy colmado, no quiero otra luz.

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